Cuando al subir y bajar el Alto del Perdón su mítica
fuente está seca, puedes decir que llevas un día de perros. Largo, rompesuelas,
de viento mil veces cambiante. Y la sed, el peor enemigo, encendiéndote las
sienes como un faro de alarma. Si además de eso bajas hacia una extraña neblina
de media tarde, el humor no mejora mucho. Neblina porque es un valle como una
artesa, una rastrojera que sisea amenazante ya recogidos los trigos y las balas
de paja. Parece el batir de muchas alas a ras de suelo, un crujido reseco que
recorre la llanura. ¿Es calima, o es la niebla que brota de lugares húmedos
tras su quebrada corteza ocre, o acaso es humo, lo que faltaba?
Calurosa no es la niebla, porque sobre ella no vibra ni ondula el aire creando espejismos remotos. Bajando sales de dudas, aunque la pregunta carece de respuesta: es aire fresco, inusualmente fresco, blanco grisáceo y pesado, que difumina los contornos y se pega al suelo mientras el soplo caluroso sigue flotando sobre él. Recuerdas esas veces en el mar, cuando nadas y percibes corrientes frías y calientes casi al unísono. Maldito día de polvo, y ahora seguro que se me enfría el sudor encima, se me mojan las botas, se me empapan los pies, y sin la menor duda encuentro lo que voy buscando cerrado a piedra y lodo mientras estornudo y me paso la manga (el brazo, va a ser) por las narices, que ya se me acabaron los pañuelos de papel.
Calurosa no es la niebla, porque sobre ella no vibra ni ondula el aire creando espejismos remotos. Bajando sales de dudas, aunque la pregunta carece de respuesta: es aire fresco, inusualmente fresco, blanco grisáceo y pesado, que difumina los contornos y se pega al suelo mientras el soplo caluroso sigue flotando sobre él. Recuerdas esas veces en el mar, cuando nadas y percibes corrientes frías y calientes casi al unísono. Maldito día de polvo, y ahora seguro que se me enfría el sudor encima, se me mojan las botas, se me empapan los pies, y sin la menor duda encuentro lo que voy buscando cerrado a piedra y lodo mientras estornudo y me paso la manga (el brazo, va a ser) por las narices, que ya se me acabaron los pañuelos de papel.
Me estaba
comportando como un agorero molido. Hombre de poca fe. Lo que buscaba estaba
ahí abajo, en donde había estado durante los últimos ochocientos años. Pero en
la luz que precede al ocaso parecía brotar de la misma niebla, quieta y
escondida, camuflándose entre el color dorado oscuro de las rastrojeras. Firme
y achatada, objeto de muchas páginas y no menos especulaciones, Nuestra Señora
de las Cien Puertas empezaba a marcar una larga sombra hacia levante, como la
que proyectaría un indiferente reloj de sol. Había esperado muchos años para
llegar hasta Muruzábal. Desde que por primera vez deseé pisar aquel lugar hasta
el momento en que me acercaba a él, un cuarto de siglo. A veces esas cosas
pesan, y sólo te das cuenta de ello cuando llegas a ver lo tantas veces deseado
y soñado.
Que iba a estar cerrada a piedra y lodo lo daba yo
por cantado. Incluso esa losa en la que puede leerse: "…y desde aquí,
todos los caminos se hacen uno" se ha colocado en otro lugar. A veces,
también, recuperas la fe de golpe y estás por pellizcarte a ver si deliras, o
es cierto. No estaba cerrada. Ante ella vi un inconfundible teodolito, y una
furgoneta grande y el resto de instrumentos del oficio, y cuatro personas
jóvenes bien quemadas ya por el sol. Se me olvidó el moqueo, el agotamiento y
la sed. Que carallo, la ocasión la pintan calva: pasó por tu puerta, dos veces
no pasa.
Bendita topografía: porque topógrafos eran, cuatro
teutones de posgrado en prácticas, que además de saludar me dieron agua nada
más verme, dos veces benditos. Y tras los comentarios de rigor pregunté yo si
podía entrar a la ermita, y aquellos que sí, claro, podía. Solté bordón,
mochila y sombrero y me metí dentro a buen paso, no fuera a cerrárseme la
puerta en las narices como pasa a veces en los cuentos.
Habían retirado bancos, o sillas o lo que hubiere,
para colocar su material. Así vacía no parecía grande, porque no lo es, pero si
mucho más acorde con su época. Miré y miré y miré, y anduve, y veía que se iba
retirando el sol y se me ocurrió lo de ahora o nunca. Otra puertecilla abierta.
Hala, arriba. Arriba por una escalera muy estrecha y en muy mal estado, para
despeñarse entre lo asimétrico de los peldaños (¿cuántos pies atareados en un
lugar diminuto hacen falta para tanto desgaste?) y las cagadas de las palomas,
que convertían lo ya peligroso en una pista de patinaje. Arriba se remata en
una torrecilla poligonal con su ventano para ventilación, imaginas, porque no
está en lugar tan elevado como para servir de atalaya. Bueno, no es eso lo que imaginas,
sino otras cosas. Mucho más tarde, que ya casi habían acabado de recoger, les di las gracias y seguí
la media legua escasa hasta Puente la Reina. Pasaron muchas más cosas extrañas
ese día y esa noche. De veras extrañas.
Pero el colmo de la extrañeza fue encontrarlos de
nuevo más adelante, en Torres del Río, y tener la misma oportunidad. Tal vez,
con muchísima suerte y quedándome un día más en ambos pueblos, removiendo Roma
con Santiago, buscando a la santera o al cura y hasta llorando, o haciéndome el
beato, hubiera podido echar un piadoso vistazo de cinco minutos con el de la
sotana pegado a los talones, más vigilante que una gárgola, pero no así. A mi
aire. Solo.
Claro que podía haber resbalado y haberme roto la
crisma, o una pierna, o hasta haberme quedado atorado en alguna estrechura
(¿Quiénes andaban por allí? ¿Enanos mineros, gnomos bajitos o contorsionistas
profesionales?) Pero lo mismo pude despeñarme en otros muchos sitios, o
llevarme un camión en el arcén de la N-VI, o vaya usted a saber. No sucedió
nada de eso, de modo que ¿Para qué preocuparse? Y la moraleja o lección, que ya la sabía yo,
se quedó bien ratificada. No dudes. Entra. No lo intentes, hazlo. Pasó
por tu puerta: dos veces no pasa.
Imágenes: (Alto del Perdón y Eunate) Wikipedia/Flickr, bajo la misma licencia del blog.
Tuviste mucha suerte. Y no dejaste que se te pasara. Me ha interesado mucho.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Sí, tuve mucha suerte: demasiada como para dejarla pasar XD
ResponderEliminar