La exótica y misteriosa Bagdad esconde en su más de milenio y medio de existencia
incontables leyendas mientras recostada observa las aguas del Tigris pasar.
Los días de mercado con sus olores, colores, las voces de los vendedores y los
ojos rápidos de los que compran y de aquellos que no pagan.
Entra tanta gente un alma soñadora ajena a lo que le rodea y
a su tarea camina distraído pensando en los ojos azules, en el frescor de los
patios, en un perfume. Entonces tropieza con alguien que camina más despacio y
no tan ágil como el muchacho.
Se vuelve esperando encontrar a un anciano o anciana, a una
mujer a la que pedir disculpas por ser tan descuidado. Pero ante el está la
muerte que lo observa, su mano se levanta y lo señala mientras el joven sin
mirar atrás corre hacia la casa de su amo.
Llega blanco como la misma que ha dejado en el mercado,
sudoroso y aterrorizado busca a su patrón. Le cuenta lo ocurrido y le pide por
Alá que le preste su caballo más rápido para huir a Samarra, donde la muerte de
seguro no lo encontrara.
El venerable mercader accede a la petición del joven al que
le tiene afecto. Sin esperar galopa hacia Samarra creyendo huir de su destino y
de la cita con la muerte.
Atardece cuando el mercader pasea hasta dar con la muerte. Los años y la vida
han hecho del un hombre sabio por lo que le pregunta el motivo de haber señalado al muchacho.
Esta le contesta que
le había sorprendido ver al joven en Bagdad ya que su cita era al anochecer en
Samarra.
Esta antigua leyenda proviene del Talmud Babilonico, y ha
sido trasmitida por la tradición oral y reproducida por muchos escritores.
Imagen de Wikipedia.
Bajo la misma licencia que wikipedia. Autor: Izzedine
Muy bien contado el viejo cuento, wapa.
ResponderEliminarGracias las musas estaban propicias.
Eliminar